En una exposición tan heterodoxa como él mismo, Francisco Contreras Molina (mejor conocido como Niño de Elche) compartirá series de flamenco (y no tan flamenco) alrededor de la comida y del comer junto al guitarrista sevillano Raúl Cantizano. Juntos servirán bocados de poesía popular donde el amor o el desamor alimentan hondos apetitos.

(Elche, Alicante, 1985). Beber del flamenco le ha servido para llevar este género a fronteras impensables, renovarlo y hasta desdibujarlo. Raro especimen de cantautor, se asoma a géneros de todo tipo, desde el jazz hasta la música electrónica, aprovechando cada ocasión para profundizar en ejercicios indisciplinados, en un alegato con el que prefiere no pensar en disciplinas sino en la construcción de nuevos imaginarios.